jueves, 6 de enero de 2011

Aquellas cosas que tanto placer me provocan

Acostarme a dormir cuando acabo de salir de bañarme y las sábanas y el pijama están recién lavados.

Recibir una carta en lugar de un mail, de alguien querido.

Soñar que puedo volar sin la ayuda de ninguna máquina.

Recibir una llamada de mi amigo que vive en México.

Tomar clases de canto con Fenicia Cangemi.

Los canelones de choclo de mi abuela Cora.

Que un libro logre emocionarme hasta las lágrimas o la carcajada.

Ver a un niño disfrutando de un espectáculo en el circo.

Que para mi cumpleaños me llame alguna persona que yo quiera, pero que nunca hubiese imaginado que se acordaría.

Que me saquen sangre.

Bañarme en el mar cuando es de noche y no hay nadie en la playa.

Andar a caballo por el campo cuando empieza a anochecer.

Escuchar accidentalmente que alguien a quien quiero habla bien de mí.

Que me lleven el desayuno a la cama.

Breve y fugaz

Su nariz es perfecta, sus ojos son maravillosos. Desconozco su sonrisa y el tinte de su alma.

Detestando, escupiendo, calmando...

Esos presentimientos, esas intuiciones, esas premoniciones que terminan inmisericordemente (para mi ser) con una muerte. No los quiero, no los busco, los expulso, los vomito, los detesto, ¿los traspaso?