sábado, 21 de noviembre de 2009

Odio visceral

Odiamos, todo el tiempo odiamos. En nuestro día-a-día existe siempre, al menos un momento en que odiamos. Odiamos a quien casi nos atropella cuando vamos cruzando la calle, a quien el noticiero nos informa que cometió una violación (deseamos, por ejemplo, “que lo castren a ese malnacido”), al que nos atendió en el kiosco sin decir hola y chau, a quien realiza una manifestación provocando un caos vehicular, a quien tiene una mejor posición socio-económica que nosotros, a quien olvidó preguntarnos ¿cómo te fue? en ese momento tan mágico y esperado que estábamos por vivir, a quien nos dejó plantado, a quien nos roba, a los dirigentes políticos, a quien fuma marihuana en la vía pública, a los “negros de la villa”, a Menem, al recuerdo de aquel momento en que alguien nos arruinó la vida, al hecho de haber nacido, a la vida misma, a la muerte, a todos los que nos rodean, a nosotros mismos. Odiamos, indefectiblemente odiamos.

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