viernes, 10 de diciembre de 2010

¿Hacemos terapia en la vigilia o en el sueño?

Como todo cambia, evoluciona (o no), todo se crea y se transforma; el hecho de recurrir a un/a psicólogo/a en busca de ayuda, apoyo, salvación y/o magia, también cambió. En realidad no cambió el cómo pero sí la forma de llamarlo. Por ejemplo, antes se decía: "Estoy mal, voy a ir a una psicólogo" y ahora es: "Estoy mal, voy a hacer terapia". Y no hablo de un antes tan lejano. Pertenezco yo a la generación que "hace terapia" desde los 13 años, más o menos. El llamado posmodernismo y luego hipermodernismo, rectificado esto por el mismísimo Gilles Lipovetsky. En fin...

El caso es que cuando empezás a hacer terapia y le contás a alguien, seguro esa persona, sea quien fuere, tiene una experiencia propia para narrarte. Aparece entonces aquí mi amiga Alelí, charlatana y divina ella, con su historia de diván.

Cuenta que cuando comienza a consultar con una especialista, se encuentra con una señora llamada Nidia, quien tendría unos 55 años. Con su aguda pero bella voz contaba Alelí las penas que la aquejaban. La sesión duraba una hora pero a los 15 o 20 minutos la señora psicóloga empezaba a quedarse dormida, muy lentamente. Entonces, cuando el sueño se hacía irremediablemente profundo, Alelí apagaba su voz para que la sala quedase en silencio y Nidia ¡no fuera a despertarse! Y, por si esto fuera poco, cada vez que A. cruzaba la puerta de entrada al consultorio Nidia revolvía entre sus papeles (ya que carecía de fichero alfabético) y le decía: "Vos sos Sandra, ¿no?". Por más que Ale procediera siempre a la debida aclaración cuando atravesaba la puerta de salida recibía un amable: "Nos vemos el jueves próximo, Sandra".

Lo peor es que cuando, sorprendida y un tanto alarmada, por su historia, pregunté a mi amiga porqué seguía yendo a las consultas con Nidia a pesar de los "dormitajes" -permítanme el necesario neologismo- y las confusiones de su terapueta, respondió con inocencia: “Es que era una mujer con mucha experiencia de vida y me ayudaba mucho cuando no se quedaba dormida. La verdad es que me daba pena despertarla”.

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